Cómo detectar el Alzheimer

Hoy vamos a hablar sobre el Alzheimer, que se engloba dentro del ámbito de las demencias. La demencia es la pérdida progresiva de las funciones cognitivas debida a daños o desórdenes cerebrales). Se considera la más frecuente, y algunas estadísticas llegan a darle hasta el 60% de preponderancia, eso no significa que sea la única. La demencia es un síndrome, es decir, un grupo de primeros síntomas de alzheimer que suelen aparecer juntos y que producen toda una serie de consecuencias en las personas que los padecen. 

En el Alzheimer podemos clasificar los síntomas en tres grandes grupos:

Síntomas cognitivos son los que afectan a las capacidades mentales o intelectuales, tales como la memoria, la atención, la orientación o el lenguaje, áreas que yo trabajo directamente con los enfermos.   
Aunque suelen ser los síntomas debutantes, en ocasiones pasan desapercibidos por el entorno familiar, ya que pueden confundirse con cambios asociados simplemente al envejecimiento o a dificultades en las capacidades sensoriales. 
La persona que desarrolla un proceso de demencia va a tener muchas dificultades a la hora de manejarse en sus actividades laborales o responsabilidades en el hogar, en sus relaciones con las personas que conforman su entorno e incluso en la organización de su tiempo libre.
• Síntomas psicológicos y conductuales generan sufrimiento en el paciente y en el cuidador, agravan el deterioro cognitivo y funcional, y precipitan su llevada a una residencia.
• Alteraciones funcionales.
En la primera fase o fase leve, que suele durar entre dos y cuatro años, no suelen manifestarse alteraciones físicas, pueden llevar una vida relativamente normal, pero comienzan a tener problemas de orientación y por tanto, dificultades para salir solos a la calle, disminuyendo su actividad física y relaciones sociales. Uno de los síntomas que caracteriza a la enfermedad de Alzheimer es la apatía y la tendencia al sedentarismo que puede acelerar el deterioro físico. 
En la segunda fase o fase moderada, que tiene una duración aproximada de entre tres y cinco años, el lenguaje se empobrece y es menos fluido, se deteriora la capacidad de juicio y el pensamiento abstracto, no comprendiendo algunas órdenes sencillas de movimiento. Empiezan a necesitar más o menos ayuda para realizar algunas actividades de la vida diaria (alimentación, vestido, aseo…), y comienzan a aparecer alteraciones físicas como:
  • Atrofia y debilidad muscular.
  • Rigidez articular con disminución de la movilidad.
  • Alteraciones del equilibrio y la coordinación.
  • Alteraciones de la marcha: ritmo lento, pasos cortos con arrastre de pies, discontinuidad en el paso, disminución o ausencia de braceo, balanceo marcado de tronco, inestabilidad y falta de equilibrio, y aumento de la base de sustentación.
  • Alteraciones del control postural: lateralizaciones, flexión o extensión del tronco y flexión de cabeza y cuello.
  • Dolor al inicio del movimiento y fatiga al esfuerzo.
En la tercera fase o fase severa, cuya duración es variable, se agudizan los signos neurológicos, observándose mayor rigidez, hiperreflexia y espasticidad, también pueden aparecer reflejos arcaicos y signos piramidales. El trastorno de la marcha provoca que las fracturas y caídas sean frecuentes, el control motor se vuelve inestable y aparece agitación motora.
Destacar, que no todos los pacientes llegan a esta fase, los cuidados recibidos, la estimulación proporcionada, el tipo de demencia, la evolución de la enfermedad, la edad del paciente,  las patologías presentes en la persona, la reserva cognitiva, etc., marcarán la diferencia dentro incluso de la misma fase, por lo que no todos ellos terminan padeciendo un síndrome de inmovilidad severo. 
Los signos para detectar a una persona con alzheimer son:
1. Cambios de memoria que dificultan la vida cotidiana.
2. Dificultad para planificar o resolver problemas.

3. Dificultad para desempeñar tareas habituales en la casa, en el trabajo o en su tiempo libre.

4. Desorientación de tiempo o lugar.

5. Dificultad para comprender imágenes visuales y cómo objetos se relacionan uno al otro en el ambiente.

6. Nuevos problemas con el uso de palabras en el habla o lo escrito.

7. Colocación de objetos fuera de lugar y la falta de habilidad para deshacer sus pasos.

8. Disminución o falta del buen juicio.

9. Pérdida de iniciativa para tomar parte en el trabajo o en las actividades sociales.

10. Cambios en el humor o la personalidad.

Lo que nadie sabe es que una logopeda en la parte del lenguaje puede relentizar un poco el proceso. 

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